Governance / Politics

Pasos hacia otro modelo de gobierno para afrontar la crisis ecosocial

Tags: government, policy, policy design guidebook, Wellbeing Economy
Published on June 17, 2023

¿Es posible que los gobiernos lleven a cabo la transformación ecosocial que tanto necesitamos? Presentamos una hoja de ruta concreta, que YA han emprendido varios gobiernos nacionales.

(Artículo publicado originalmente en la web de Revo)

Por Neus Casajuana

Entre el conjunto de sectores activistas, intelectuales y científicos preocupados por el reto ambiental y climático, hay planteado un debate sobre dos visiones del modelo social del futuro que, a priori, parecerían irreconciliables. Personas conocidas y reconocidas se alinean a ambos bandos. Antonio Turiel y Emilio Santiago Muiño son dos ejemplos de los referentes de estos posicionamientos aparentemente divergentes: el primero, decrecentista, con una visión localista, basado en las tecnologías tradicionales, y el segundo, que llamaremos postcrecentista, basado en una transición más tecnológica que no enfatiza tanto la cuestión rural y que considera que pueden ser factibles y sostenibles economías a mayor escala.

Dos visiones divergentes sobre el futuro con muchos puntos en común

Aunque estas dos visiones parezcan irreconciliables, tienen muchísimas ideas en común, empezando por el criterio fundamental de abandonar el mito del crecimiento y terminando por las propuestas concretas de cambio de modelo. Ambas visiones atribuyen a los gobiernos un papel de liderazgo para asumir esta transformación ecosocial. Ambas asumen que el modelo de consumo y producción actual no es viable frente a un futuro que necesariamente tendrá limitaciones en los recursos naturales. Ambas visiones prevén que los cambios radicales para evitar el calentamiento del planeta afectarán al PIB, al empleo y la estabilidad social y que, por tanto, habrá que proteger el bienestar de las personas y las sociedades, garantizando los servicios básicos universales y asegurando una distribución mucho más justa de los recursos limitados del planeta.

Pero el verdadero reto de esta transformación ecosocial tan necesaria es conseguir que los gobiernos empiecen a moverse en esa dirección y eso es lo que absolutamente todo el mundo ve con mucho escepticismo. Es difícil saber cómo incidir políticamente para que partidos políticos y gobiernos inicien este proceso de transformación.

Las evidencias de que las cosas deben cambiar son tan obvias que incluso en Davos se han utilizado palabras como decrecimiento, reducir la extracción, policrisis del capitalismo, etc., pero la realidad es que los programas de la UE o de los países que la componen no van más allá del “Green New Deal” que pretende la descarbonización de la economía movilizando grandes inversiones para realizar la transición hacia las energías renovables, la electrificación, la mejora de la eficiencia, la digitalización de los procesos y la economía circular, sin que en ningún momento se cuestionen el mito del “crecimiento infinito imposible en un planeta finito y lleno” como decía Heman Daly. No se detectan otras propuestas de carácter general que nos indiquen que habrá que encarar lo que los diversos estudios basados en escenarios de futuro (IPCC, IEA, LOCOMOTION) nos dicen: descarbonizar la economía global nos llevará a la escasez, a los cuellos de botella y al encarecimiento de los recursos y todo ello impactará negativamente en el PIB y en todas las derivadas sociales, entre ellas el empleo.

Los gobiernos tienen esa información, pero paradójicamente, no la integran en sus planes y programas de futuro. Una posible explicación de este “olvido” es que el reto es tan enorme, que probablemente no saben cómo encararlo ante los más que previsibles disturbios sociales que cualquier intento de cambio radical de modelo comportaría.

¿Cómo arrojar luz en el camino hacia un futuro que la comunidad científica y los sectores más informados cada vez ven más oscuro? ¿Cómo avanzar en un terreno con tantas incertidumbres? ¿Cómo llegar a consensos sociales ante visiones e intereses casi contrapuestos sobre el rumbo que debe tomar nuestra civilización?

Wellbeing Economy o economía del bien-estar

Todos conocemos ese famoso dicho de Einstein “Si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo”. Expondré a continuación las iniciativas políticas que se están empezando a tomar en algunos lugares del mundo, que tratan de hacer las cosas de distinto modo. Me refiero a aquellos países que están implantando lo que en inglés se llama “Wellbeing Economy” y que traducimos al castellano por “Economía del bien-estar” (no confundir con “estado del bienestar”):

La Economía del bien-estar propone centrar los objetivos económicos en el bienestar de las personas y en la salud del planeta, superando la fijación actual para el crecimiento ilimitado del PIB como principal referencia del buen comportamiento económico.

Este nuevo enfoque no se promueve únicamente por los movimientos activistas sino que incluso, expertos y reconocidos economistas como Joseph E. Stiglitz o Amartya Sen entre otros, han publicado varios estudios sobre las métricas del bienestar más allá del PIB, los cuales se han convertido ya en referentes mundiales.

La clave no reside sólo en aceptar este nuevo enfoque sobre las métricas para evaluar el buen comportamiento de la economía más allá del crecimiento económico, sino en cómo concretar en la práctica una nueva forma de gobierno.

Una nueva forma de actuación política basada en la evidencia, en la profundización democrática, con la visión holística de un sistema socioeconómico integrado en la biosfera y actuando con un espíritu de innovación.

 

Una política pública basada en la economía del bien-estar

Resumiré a continuación los rasgos fundamentales de una política pública basada en la política pública basada en la economía del bien-estar y los pasos que pueden dar los gobiernos dispuestos a asumir esta nueva forma de hacer política para superar los retos sociales y ambientales de este siglo:

  1. Establecer un marco de indicadores del bienestar que sea representativo y significativo del que las personas valoramos y deseamos para la sociedad actual y para la futura.
  2. Establecer unos objetivos y metas temporales y medibles, mediante el marco de indicadores del bienestar, para poder realizar la monitorización de las políticas públicas implantadas y conocer si los resultados van en la dirección correcta. Dicho de otro modo, para evaluar los resultados de las políticas públicas.
  3. Establecer mecanismos de participación ciudadana para debatir y consensuar estrategias y líneas de actuación que van mucho más allá de las deficientes y mejorables democracias representativas actuales, percibidas por los ciudadanos como poco transparentes, sesgadas por intereses ocultos o que pueden no ser admitidas por la sociedad, no porque no sean adecuadas o necesarias, sino por la creciente desconfianza en la clase política o por falta de información. Las asambleas ciudadanas por el clima son un buen ejemplo de estos nuevos métodos de debate democrático informado y representativo, pero existen muchas otras herramientas para implicar a la ciudadanía en las decisiones que afectan a toda la comunidad.
  4. Tomar las decisiones sobre las actuaciones públicas de forma holística y transversal, valorando cuali y cuantitativamente los impactos previstos de las actuaciones de un ministerio, consejería o concejalía en el resto de ministerios, consejerías o concejalías, es decir, en el resto de los sectores económicos, ambientales y sociales. Visto desde otra perspectiva: prever y valorar los impactos de las actuaciones de los actuales gobiernos en las generaciones futuras.
  5. Experimentar de forma controlada mediante pruebas piloto, las nuevas iniciativas propuestas por colectivos muy diversos: ciudadanos, empresas, ONG, investigadores, thinktanks, etc., con el objetivo de encontrar alternativas viables a un sistema de desarrollo que está poniendo en peligro nuestra propia especie.

Quizás a muchos lectores les parezca que esta nueva forma de hacer política es una utopía, pero la realidad es que hay varios gobiernos que ya han decidido emprender este camino de cambio y experimentación porque han entendido que no podemos continuar como hasta ahora.

Gobiernos como los que forman parte de WEGo (Wellbeing Economy Governments) constituido por Nueva Zelanda, Canadá, Islandia, Finlandia, Escocia, o gobiernos regionales como Gales, o muchos ayuntamientos de todo el mundo (Amsterdam, Freiburg, Barcelona… y muchos más ), todos ellos están llevando iniciativas innovadoras, tratando de hacer política de otros modos y evaluando los resultados para saber si es necesario corregirlas, o valorando los impactos esperados negativos y positivos de las políticas públicas en la economía, en la sociedad, en el medio ambiente y en la salud, para ayudar a tomar las mejores decisiones en las inversiones y en el gasto público.

Todos podemos aprender de estas experiencias. Podemos replicar las que tienen éxito. Podemos pedir a nuestros gobiernos que se informen de lo que están haciendo estos gobiernos pioneros. Queremos gobiernos que sean proactivos en sus actuaciones, para adelantarse a los problemas y prevenirlos, para evitar perjuicios y conseguir el mejor rendimiento social y ambiental con el dinero de todos. Tenemos capacidad de organización e iniciativa para probar nuevas vías de decisión y actuación que ayuden a mejorar nuestro modelo de vida. Los retos sociales y ambientales a los que deberemos hacer frente en estas próximas décadas así lo requieren. Vale la pena intentarlo.

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